Paz, amor, felicidad, son palabras repetidas insistentemente, como una letanía que ya no conmueve por lo monótono del mensaje, aunque sea una vez al año.
Volvemos a consumir desmesuradamente: comemos glotónamente; compramos regalos tontamente; nos felicitamos, no se porqué, machacónamente; nos regalan y regalamos incesantemente; gastamos dinero absurdamente; jugamos a la lotería, por si nos toca el gordo, avariciosamente; esperamos a Papá Noel y a los Reyes Magos incongruentemente; comemos doce uvas atragantadamente; mentimos a los niños desvergonzadamente; saltamos las dietas arriesgadamente y... en fin: damos de comer a un indigente opiparamente sin importarnos de que se alimentará el resto de sus días.
Quizás toda esta desmesura y exageración sea el antídoto, inconsciente y colectivo, que nos ayude a soportar las carencias afectivas, materiales y sentimentales que nos lastrarán la vida del año venidero.
Bueno: el sufijo “mente” nada tiene que ver con nuestra “ídem”, porque durante las fiestas de fin de año es lo que menos usamos...y el resto del año... poco.
En fin: supongo que no será de gran esfuerzo mental darse cuenta del porqué del titulo de este comentario.
¿La viñeta?: espero que vuestra “mente” descifre todas las claves de la misma.
A pesar de todo: ¡¡Felices fiestas!!
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