jueves, 5 de febrero de 2015

Baba

No se puede vivir de las migajas que le sobran a la opulencia cuando nuestro trabajo es el proveedor de dicha opulencia.
Despilfarrar nuestro sudor en caprichos de lujo es un insulto a la moralidad y a la dignidad.
Si asumimos que tiene que haber poderosos y endebles, perdemos nuestra condición de seres racionales, convirtiéndonos en bestias y dejando que el "líder de la manada" o el pastor de borregos decida a que miserias tenemos derecho.

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