Aristócratas y ricachonas en pequeños tenderetes callejeros, enfundadas en peludos abrigos, clavando banderitas en solapas de vergonzantes adinerados previo pago de un óbolo, a poder ser rácano, y luciendo una sonrisa tan artificial como el blanco de sus ortopédicos dientes:
Esta es la imagen de la indigna forma que tienen las "damas" de "la alta suciedad" de lavar sus conciencias, después de haber sido sus poderosos maridos y, a veces ellas mismas, quienes causaron el empobrecimiento extremo de aquellos a los que ahora quieren, falsamente, aliviar o socorrer.
Que su dios las perdone.
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